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Reseñas

Aquí podrás leer algunas reseñas sobre mis álbumes.

Miguel Ángel Santed

Miguel Ángel Santed es Psicólogo Especialista en Psicología Clínica, profesor de Psicopatología en la UNED de cuya Facultad de Psicología ha sido decano, y ha presidido la Conferencia de Decanos y Decanas de Psicología de las Universidades Españolas.

Grisgrís: una lectura psicológica

 

En este cuento Camino, la autora, nos ayuda, en especial a los niños y niñas, a diferenciar entre el  miedo adaptativo y el desadaptativo. Es preciso hacer caso al primero, pues está ahí para cuidarnos, para protegernos, ya que nos da cuenta de amenazas reales ante las que debemos responder de un modo adecuado para seguir vivos y, en general, para adaptarnos de una manera conveniente a distintas situaciones de la vida. Además, el miedo adaptativo, aunque de forma inmediata no sea agradable, a la postre nos hace sentir bien. Por el contrario, ante el miedo inadecuado hay que “atreverse”, es decir, exponerse, ya que la amenaza de la que nos informa es inexistente o, existiendo un cierto grado de amenaza, nos la presenta como excesivamente peligrosa. Por añadidura, la respuesta de evitación de la situación temida que nos provoca esa supuesta amenaza es innecesaria, incapacitante y nos hace sentir mal.

 

Para ilustrarnos sobre todo eso, Camino nos cuenta un cuento cuyos personajes son un niño llamado Ki y su madre. Ki está cansado de que su miedo –Edo- le moleste, y expresa a su mamá que no quiere sentirlo sino estar contento siempre. En respuesta, la madre le cuenta un cuento aleccionador con el propósito de que Ki distinga el miedo adaptativo del desadaptativo y, con ello, se dé cuenta del despropósito de querer estar siempre contento, ya que el miedo adaptativo puede ser desagradable pero es necesario. En la trama de ese “cuento dentro del cuento” encontramos varios personajes: el ratoncito Grisgris, su hermano Pequeñín y su mamá. Además aparecerán en escena un gato, un elefantito y mamá elefanta. 

 

Grisgris era un ratoncito valiente al que no le funcionaba su Edo y que, como el Juan sin Miedo de los hermanos Grimm, no tenía miedo a nada. Un día Grisgris tuvo una experiencia traumática con un gato que se cruzó en su camino. Cuando vio al gato, debido a que su Edo estaba mudo (o si se prefiere, por la sordera de Ki a las señales de Edo) creyó ingenuamente que iba a hacer un nuevo amigo. Sin embargo, muy al contrario, el gato pensaba en comérselo. En ese momento de tensión dramática la madre le pregunta a Ki si quiere decirle algo a Grisgris y Ki exclama: “¡Sí! ¡Cuidado!...¡Huye!, ¡que el gato no quiere ser tu amigo!”. Con esta pregunta, la madre propicia que Edo se ponga en el lugar del ratoncito y, con ello, que el niño entienda la función adaptativa de Edo y que abandone la idea irrealizable de estar siempre contento

 

Pero nuestro protagonista del “cuento dentro del cuento”, Grisgris, no salió tan bien parado (y con ello, el cuento nos ilustra sobre el miedo desadaptativo postraumático). El Edo del ratoncito gritó “¡Huye!” en el último momento (tal como Ki deseaba). Gracias a eso consiguió sobrevivir, pero quedó traumatizado por la amenaza de la enorme boca, los afilados dientes, la roja lengua y los largos bigotes del gato. A partir de ese momento, Grisgris generalizó esa amenaza real (el gato) a muchas otras cosas que tenían cierta relación de semejanza con el gato pero que, en realidad, para nada eran amenazantes (el ilustrador ejemplifica estas falsas amenazas con un pato, un cangrejo y un osito de peluche). Llevado al caso de los humanos, efectivamente, en situaciones de amenaza grave para la vida, o la integridad física o psicológica la mente puede desarrollar respuestas de protección excesiva ante muchos objetos o situaciones que no son realmente amenazantes o lo son en mucha menor medida que la percibida. Eso resulta disfuncional y la persona sufre. 

 

Padeciendo ese miedo postraumático, las semanas fueron pasando para Grisgris, hasta que un día pasó por la puerta de su casa un elefantito con un puntito “happy flowers”, pero muy asustadizo, más incluso que Grisgris, y que nos recuerda al León Cobarde de El Mago de Oz. Tanto es así que el elefantito se asustó al ver al pequeño ratón porque temía que se lo fuera a comer. 

 

Eso dejó perplejo a Grisgris,  le hizo reflexionar y, en definitiva, le sirvió para tomar conciencia de que, a diferencia del de Ki, que le había ayudado a aceptar su Edo adaptativo, a Grisgris le servirá para extinguir sus miedos postraumáticos generalizados y disfuncionales (“oscuros y feos”) y experimentar solo los adaptativos (“amarillos y negros”). Una de las escenas finales –el episodio del hermano Pequeñín y las rosquillas- servirá para que quede de manifiesto que esos miedos se habían extinguido.

 

Nos preguntamos si la esencia del insight de Grisgris tiene que ver con la moraleja que encierran los primeros versos de La Vida es Sueño, que comienzan con el conocido “Cuentan de un sabio que un día…”. La lección moral que encierran esos versos es que siempre hay alguien que está peor que uno y eso nos puede llevar a relativizar nuestras desdichas. Pero los psicoterapeutas sabemos muy bien que los pacientes no mejoran sus síntomas por mucho que sepan que hay otras personas que están peor que ellos. Más bien Grisgris debió ver amplificado su propio problema en el personaje del elefante: el Edo del elefante le ha dicho que el ratón se lo va a comer y nadie mejor que el propio ratón sabe que eso no es cierto, no es posible. Esto le abre los ojos, se produce una toma de conciencia del problema, Grisgris se da cuenta de que Edo no es infalible, que puede equivocarse. Esta experiencia propicia una desindentificación de su miedo desadaptativo.

En definitiva, con Ki hemos aprendido a aceptar el Edo adaptativo y a no pretender estar siempre contentos. Con Grisgris hemos aprendido que es inadecuado no escuchar nuestros Edos adaptativos, que nos protegen de amenazas reales; y también hemos comprendido que tener miedos generalizados a cosas que percibimos como amenazantes pero que en realidad no lo son, o lo son mínimamente, es inadecuado, disfuncional y nos hace sentir mal, resultando necesario procurar algún tipo de solución. Y todo ello fomentando la toma de conciencia, la observación y la aceptación de las emociones y, más concretamente, del miedo, en lugar de emplear un discurso racional que trata de convencer al niño.

 

 

Gracias Camino por escribir cuentos bonitos –a lo que también contribuye el ilustrador- y sabios. 

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